martes, 7 de julio de 2009

Un árbol, unas casas.


Hay un árbol a la vuelta de mi casa. El arbol ocupa todo un predio. El predio se encuentra rodeado de otros predios donde se construyeron casas. La calle donde se encuentra el predio y las casas es bonita por el árbol. Es un guayacán que, majestuoso, se alza imponente entre todas las casas. Sirve de guarida y de morada para todo tipo de criaturas: pájaros, ardillas, iguanas. Cuando brilla el sol da sombra y cuando hay lluvia protege del agua. Me pregunto si el dueño del predio derribará algún día el árbol. Ójala no lo haga. Pero no me ilusiono. Lo más probable es que algún día lo haga. Supongo que construirá ... otra casa. Estará en todo su derecho, pero que triste que al hacerlo destruya algo tan hermoso. Ojalá el dueño tenga otros predios y otras casas, para que éstas le den dinero y no tenga necesidad de tirar el guayacán. Pero ojalá no le den tanto dinero, como para que le gane la ambición y piense: vale la pena tener otra casa. Somos un mar de contradicciones pues entre más tenemos más queremos. Nuestro sistema tiene ese defecto. Somos humanos, somos monos pensantes, pero no sabemos controlarnos. Pienso esto y muchas cosas cada vez que paso por la calle que tiene casas y que tiene el predio donde reina el árbol. Pienso que si tiran el árbol la calle ya no será bonita ni especial y que ésta será igual a las demas calles. Ojalá nunca tiren el árbol.

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